viernes, 9 de febrero de 2007

La Biblia y las demos de Wilco

Ten en cuenta, cariño, que estaba entre la espada y la pared... no podía hacer otra cosa... habías estado tan rara últimamente... ¿cómo iba yo a saberlo? Ni siquiera te vi en toda la noche... y habías estado metiéndome en la cabeza todas esas ideas descabelladas sobre la vida y la muerte y en la tele todo el rato esas escenas de sexo entre mujeres con sus coños depilados y azucarados... justo cuando sabías que pasaba por un mal momento debido a lo de mi desintoxicación... debido a que los efectos de las pastillas en mis jodidas neuronas empezaban a hacerse inaguantables a pesar de que seguí todas las recomendaciones... y las manos me temblaban por que necesitaba más... las manos me temblaban mucho desde hace una semana... lo sabías... y me mantenías allí encerrado, en casa, sin poder salir, pensando en todas aquellas cosas que me habías dicho, en pequeños frascos de plástico, en el piano de Venus Stopped the Rain, en el dolor de cabeza... sin quitarme las botas para dormir, sólo dando vueltas vueltas vueltas de aquí para allá golpeándome con las paredes como un tigre viejo y sin pelo encerrado en el zoo... y tu sin venir... no recuerdo cómo conseguí el arma, dónde la guardaba, cosas de yonkis-ardillas que esconden sus medicinas en hoyos secretos detrás de la cómoda... y la peste a humedad del motel pegándose en mi piel, con su papel desconchado, las colchas verde oscuro y las cortinas azul grisáceo... me tiemblan las manos ¿te lo dije?... no paran de menearse como en una silla eléctrica... flic flic flic... la moqueta esponjosa queriendo tragarme, haciendo que cada paso me hunda un poco más... como arenas modedizas de algodón marrón repleto de vómito y semen y whisky barato de viajante sentado al borde de la cama sin camisa con la barriga colgando justo encima de los muslos y todo ese pelo rizado en las piernas, en el pecho, en la espalda... en los dedos de las manos... con el cinturón desabrochado...

La Biblia y las demos de Wilco II

y la angustia de la dependienta del hiper sentada en el retrete y vomitando en el suelo con la sensación de quedarse vacía como una patata, o una mazorca de maíz o una farola... y el chico con una costilla rota que acaba de parar tras haber conducido durante dos días seguidos ayudado por las bennies en su coche ahuevado y ruidoso tras haber descerrajado un tiro a su padre... puedo sentir todo eso nena, de verdad, puedo sentirlo... todo alrededor de mi, pringándome como las palabras del cura en el colegio, como el sudor, como este olor a humedad... y la culata medio rota de la pistola en mi mano derecha... y el picor del cuello y las mujeres desnudas con tacones altos de colores trasparentes y tetas que no se mueven lamiéndose unas a otras todo el tiempo... cariño... no tenía otra salida... cada dos segundos apartando la cortina de fieltro mirando por la ventana para ver si venías pero nada... con las hojas del periódico del jueves anterior desparramadas sobre la mesita de la habitación abiertas por la página del horóscopo... Virgo... tiene gracia... Virgo... y me muerdo las uñas y las yemas de los dedos... y el cuello de mi chaqueta... y me lavo la cara para despejarme pero no hay manera nena... sólo pienso en beber una cerveza fría que me siente en el suelo por que ahora mismo estoy volando muy lejos de aquí y me da un vértigo alucinante... por que no se si te tengo cerca o lejos o si siquiera te reconoceré cuando aparezcas por la puerta como una extraña... como si no hubiera pasado nada...

La Biblia y las demos de Wilco III

y tengo tanto calor... y pienso en hielo... en meterme la cabeza en un cubo de hielo... por eso abro la puerta y salgo volando hacia la recepción con las botas y los vaqueros sin darme cuenta de que no había despegado la pistola de mi mano... y me paro justo ante la puerta de la recepción para pedir hielo... pero ella no me escucha... sólo me mira y mira su mesa y huele a pavor por que yo gesticulo con la pistola y la pido que me de el maldito hielo y deje de temblar, que sólo quiero el hielo y empezamos a gritar y ella comienza a llorar y a temblar como una gota y en ese momento viene un negro muy fino hecho una furia y sin pantalones gritando y la situación se complica por que estamos los tres fuera de nuestras casillas y me giro para decirle al negro que se calle y no paro de sudar y le amenazo con la pistola y el tío se vuelve medio loco y la situación se pone muy tensa hasta que todo estalla y el negro cae al suelo con sangre por todos lados y yo me quedo paralizado y miro a la vieja con la escopeta humeante en las manos mirándome fíjamente con ojos de vaca tras sus gafas.